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Gobiernos y Bitcoin, de la resistencia a la integración estratégica

La red Bitcoin, como un sistema de dinero en efectivo electrónico P2P, y bitcoin, como un medio de intercambio de valor en esta red global, nacen del trabajo de Satoshi Nakamoto en medio de la crisis financiera de las subprime (2008), la cual dejó más de 1.400 millones USD en pérdidas, sin contar los resultados en el resto de los mercados internacionales, a través de los años subsiguientes por el efecto contagio. Esta crisis, no hizo más que señalar —nuevamente— los principales problemas del sistema financiero internacional en términos de confianza, seguridad, seguimiento, valoración y medición del riesgo de algunos vehículos de inversión de acceso global.

En este sentido, los esfuerzos continuados del sistema financiero internacional para evitar nuevos episodios como estos, no han sido necesariamente exitosos debido a que los problemas de base permanecen intactos. Tal parece que tanto los bancos centrales como los entes multilaterales no estaban convencidos de un cambio real de sus estructuras, hasta que comenzaron a “entender” cómo funcionan los protocolos detrás de Bitcoin y las demás redes de intercambio de valor digital disponibles a nivel global. 

Y es que no queda duda del “valor” económico del trabajo de Stuart Haber y W. Scott Stornett (1991) —creadores de la blockchain—, el cual fue luego adaptado a Bitcoin por Satoshi Nakamoto, convirtiéndose en la plataforma sobre la cual corre la red. Es así, que el Banco Internacional de Pagos (BIS), el Fondo Monetario Internacional (IMF), el Banco Central Europeo (ECB) y la Reserva Federal de los EE. UU. (FED), entre otros bancos centrales y entes financieros globales, comenzaron a publicar sus primeros trabajos de investigación, o “papers”, sobre Bitcoin, dinero digital descentralizado, cadenas de bloque, emisión monetaria sin respaldo institucional y criptoactivos, entre otros, desde el año 2017, mostrando un interés nunca antes visto en estas tecnologías.

Algunos gobiernos del mundo también hicieron lo propio, unos desde la urgencia y necesidad por su precaria situación económica y social, buscando soluciones rápidas a la falta de disciplina fiscal y coordinación macroeconómica, y otros desde la innovación con miras a mejorar sus opciones de pago e inversión para sus economías, todos ellos con resultados variados y aún en proceso. En este mismo orden de ideas, el interés manifiesto de algunos gobiernos ha dejado marcadas distancias entre la concepción e implementación de estas tecnologías como parte de la dinámica económica gubernamental de un país, donde apenas se están creando las estrategias más idóneas a seguir para darle formal ingreso a datos digitales sin respaldo institucional como una forma de dinero en la contabilidad nacional y las finanzas públicas. 

Finalmente, el yuan digital, el dólar digital de las Bahamas, el posible euro digital y la implementación de una moneda digital de banco central (CBDC) son escenarios en curso, algunos actuales y otros futuros, que, nos gusten o no, ponen el acento en la gran necesidad que tenemos de estudiar y comprender los efectos de la aplicación de soluciones monetarias creadas sobre cadenas de bloque en las economías de los principales gobiernos del mundo, y cómo la concepción del dinero y el valor han cambiado para siempre a partir de la red Bitcoin y el bitcoin como un sistema de dinero en efectivo electrónico P2P.

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