Si hay algo que la vida me ha enseñado es que TODO ES CAPITALIZABLE. Cada error, cada crisis, cada triunfo, cada situación inesperada puede transformarse en una oportunidad. Pero hay una condición: todo depende de una sola cosa… una decisión.
Esta es mi historia, no solo de cómo empecé en el mundo de las inversiones, sino de cómo un día que casi muero me dio la mayor lección de mi vida.
Crecer en crisis
Nací en Venezuela en 1979, en un país marcado por crisis económicas constantes. Desde muy joven entendí que depender de un solo ingreso no era una opción. Si quería estabilidad, tenía que crearla.
A los 17 años, trabajaba en lo que fuera: vendí aspiradoras, pinté casas, cobré a morosos bancarios (un banco me pagaba comisiones por recuperación,; lo más curioso era que probablemente la mayoría de las personas morosas que contactaba estaban en mejor posición económica que yo).
Lo cierto es que no tenía un plan claro, pero sí una DECISIÓN: debía encontrar la manera de asegurar mi futuro financiero.
La educación fue mi puerta de entrada; conseguí una semi-beca universitaria en la Universidad Católica Andrés Bello en conjunto con mi primer trabajo formal en una multinacional como CEMEX, donde rápidamente escalé posiciones.
Mientras fui avanzando en mi carrera, el entorno económico en Venezuela se deterioraba; tomé la decisión más difícil hasta ese momento: emigrar.
En 2004, con apenas 23 años, recién graduado dejé mi país y migré a Madrid. Trabajé en Deloitte auditando el sector bancario y mercado de capitales donde tuve mi primer contacto con la Bolsa de Valores. ¡Increíble friend! estuve en el Trading Floor y vi el mercado en acción. Fue un momento REVELADOR;, se sembró una semilla que tardaría algunos años en germinar.
La crisis de 2008
Unos años después, luego de estar muy estable en España, recibo un nuevo llamado a salir de esa frase tan famosa: “La zona de Confort” (si es que eso puede llamarse zona de confort jejeje)… CEMEX me ofrece un trabajo de alto nivel nuevamente en Latinoamérica, pero algo me inquietaba: mi estabilidad dependía completamente de mi trabajo.
Viajaba por muchos países constantemente, tenía buenos ingresos, pero mi tiempo no era mío. Fue ahí cuando recordé mi pasión LA BOLSA DE VALORES.
Empecé a entender que la clave para mi futuro financiero era combinar ingresos activos (los que dependen de mi tiempo y esfuerzo) con ingresos pasivos (los que se generan sin que yo tenga que trabajar constantemente en ellos). La inversión en Bolsa me permitiría crear un sistema que trabajara para mí y era muy afín a mi carrera y profesión.
Mi primera inversión en la Bolsa de Valores de Estados Unidos fue en marzo de 2008, justo antes de la crisis financiera.
Mientras muchos huían del mercado con miedo, vi una gran oportunidad. Compré acciones de la banca y otros sectores cuando estaban en su punto más bajo y entendí el poder de gestionar las emociones en los mercados.
Tuve unos grandes resultados, de esos que, por un fenómeno casi inexplicable, los novatos generalmente ganan en sus primeras inversiones y le pierden el respeto al mercado y ese es su peor error. Sin embargo, en mi caso, mi mayor prueba aún estaba por llegar.

AÑO 2010: La primera vez que casi muero como inversor.
Si 2008 me enseñó que la paciencia y el control de las emociones eran claves para aprovechar oportunidades en el mercado, 2010 me dio una lección aún más dura: la importancia de la gestión del riesgo.
En ese año, con más confianza y capital para invertir, tomé una decisión basada en análisis fundamental: invertí muy fuerte en una de las cinco petroleras más grandes del mundo, confiando en que su estructura y su dominio del mercado la hacían una inversión segura.
Pero lo que no preví fue el desastre que estaba por ocurrir. Un accidente catastrófico en el Golfo de México generó la peor crisis ambiental de la región y provocó una caída brutal en el precio de la acción.
No había puesto un stop loss, no tenía una estrategia de salida, no era un buen analista técnico y no interpretaba bien las gráficas de un instrumento. Al final me aferré a la esperanza de que el precio se recuperaría. Esa esperanza me costó caro.
Fue la primera vez que sentí el verdadero peso de una mala decisión en el mercado, una pérdida que me golpeó financieramente. Pero en lugar de rendirme, entendí que cada error es una lección disfrazada. Aprendí que no importa cuán seguro creas que es un activo, el riesgo siempre existe y debes tener un plan para enfrentarlo. Fue un golpe duro, pero necesario, porque sin él, jamás habría comprendido que en el mercado—como en la vida—no se trata de cuánto ganas, sino de cuánto puedes proteger cuando todo va en tu contra.
Definitivamente, esa tragedia casi me hace morir como inversor; sin embargo, lo convertí en mi mayor tesoro. Entendí que debía prepararme en el análisis de gráficas para poder complementar mi análisis fundamental.
Me proyecté a ser uno de los mejores analistas en habla hispana y desde entonces, hemos mejorado mucho. Si no hubiera pasado esta gran pérdida, no estaría escribiendo estas palabras hoy.
Año 2018: El día que verdaderamente casi muero y como cambió todo.
En una noche de agosto en Medellín, tenía fiebre y gripe, decidí probar uno de esos sobres que se disuelven en agua caliente, algo que nunca hago… uffff no sabía que ese simple gesto me pondría al borde de la muerte.
Ese medicamento contenía clorfeniramina, un compuesto que desencadenó en mi cuerpo una taquicardia supraventricular severa. En cuestión de minutos, mi frecuencia cardíaca se disparó. Era un gráfico errático, como un mercado en pánico.
Cuando la ambulancia llegó, el médico se sorprendió al ver mi estado. Me llevaron de urgencia a la clínica, donde las enfermeras al verme me dijeron lo común de esta situación por ese medicamento y por horas intentaron estabilizarme. Estuve varios días en terapia intensiva, conectado a monitores y mucha incertidumbre.
Finalmente, los médicos descubrieron que tenía un problema cardíaco congénito. Necesitaba una cirugía llamada ablación, donde un catéter debía llegar hasta mi corazón para cauterizar la zona afectada. Fue una operación completamente despierto donde ese ruido en mi cabeza, llenaba mis pensamientos, tal como en los mercados.
Al terminar la cirugía, el médico me dijo: “Dany, ya puedes hacer lo que quieras, incluso correr maratones.”
En ese momento entendí algo fundamental: había recibido una segunda oportunidad, y dependía de mí qué hacer con ella.
Cómo transformé esta experiencia en un activo valioso.
Al igual que en las inversiones, en la vida hay momentos donde una decisión lo cambia todo. Ese día decidí cambiar.
Comencé a analizar cada área de mi vida: mi salud, mis hábitos, mi forma de manejar el tiempo y el estrés. Cada ajuste que hice tuvo un impacto directo en mi rendimiento como inversor.

Lo que aprendí y apliqué a mis inversiones:
Control del riesgo: Así como en la vida, en el mercado debes protegerte. No se trata de evitar el riesgo, sino de saber gestionarlo. Los resultados son una consecuencia. El negocio lo debo medir basado en indicadores de gestión que aumenten mi probabilidad de éxito.
Manejo de emociones: La calma y el enfoque son esenciales tanto en una crisis de salud como en una caída del mercado.
Evaluación constante: Al igual que un inversionista revisa su portafolio, ahora reviso mi salud, mi alimentación, mi actividad física y mi bienestar emocional.
El resultado: después de ajustar mi estilo de vida, mis resultados en inversiones mejoraron significativamente. Mi curva de rendimiento empezó a subir con una pendiente impresionante; eso nunca lo vi venir hasta que lo viví.
Todo es capitalizable: La vida y las inversiones
Cuando digo que todo es capitalizable, lo digo con conocimiento de causa. Una crisis puede hundirte o impulsarte, pero la diferencia está en la decisión que tomes.
Mis consejos para inversionistas (y para la vida):
- Aprende a ver las crisis como oportunidades: los momentos difíciles son los que te hacen evolucionar.
- Controla tus emociones: el pánico nunca es un buen consejero en los mercados ni en la vida.
- Invierte en ti mismo: educación, salud y bienestar son tus mejores activos que te durarán hasta tu último día en este plano, friend.
- Diseña un sistema de ingresos pasivos: no puedes depender solo de tu tiempo y esfuerzo.
- La clave está en una decisión: puedes elegir quedarte en el miedo o usarlo como impulso. Tú decides.
Conclusión: El futuro se construye hoy
Cada vez son más claras las grandes oportunidades de la Bolsa de Valores; esta alta volatilidad que tendremos en los próximos 4 años nos asegura poder surfear olas de gran tamaño con una tecnología siendo el bastión de las inversiones.
Lo que viene es brutal, pero la mayor oportunidad siempre será la capacidad de tomar decisiones informadas.
Los días que casi muero cambiaron mi vida, pero también reforzaron una idea clave: cada crisis es una encrucijada, y tú decides si te detiene o te impulsa.
Si algo puedo decirte después de todo este camino es esto: No esperes el momento perfecto. Empieza hoy. Todo lo que hagas con conciencia y estrategia te acercará más a tu meta.
Así que, friend, nos leemos en la próxima edición. Abrazo grande y… ¡BUENA INVERSIÓN!